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la cara oscura de la luna

una historia de amor 2

Un rato más tarde coincidieron en la barra, se pusieron a charlar, sin darse dos besos, como por casualidad, y como si no se conociesen de nada, se preguntaron qué estaban haciendo, a qué se dedicaban, cuidando de no añadir en ningún momento “en todo este tiempo.” Ella trabajaba al mismo tiempo que se sacaba otra carrera que le estaba encantando. Él seguía en la misma empresa en la que se había hecho, ya 10 años atrás, adulto.

 

La situación se hizo interesante, de repente eran dos desconocidos, que se habían sentido atraídos, se habían estado comiendo con los ojos y era el momento de pasar a la acción, con menos gracia que aquella primera vez, con más seducción, puesto que no iban tan borrachos, pero con menos inocencia. Ella sintió que estaba sexualmente muy excitada, pero no sabía explicar por qué, para variar. Como aquella vez, se habían dado sólo un par de besos y se habían apartado al rincón oscuro del bar, y seguían charlando, y mirándose con deseo, pero dándose algún beso de vez en cuando. A ella le supo a recato, pero en realidad ya sabía que a él ya no le gustaban los besos, desde que pasó su adolescencia, le había explicado alguna vez que ella se lo preguntó. Por todo eso, ella quería acostarse con él, pero no quería acostarse con su ex. Y él no quería acostarse con ella, pero sabía que no se iba a poder resistir, y que, de hecho, haría todo lo posible para que eso pasase.

 

Los clientes del bar, uno a uno, se fueron marchando, y ellos decidieron que se iban juntos. -A mi casa no, que están aquí unos amigos y no es plan-, mintió, -mejor a la tuya-. No quería repetirlo, no quería que él volviese a pasar por su vida. Él aceptó, -y así te la enseño, que nunca la has conocido-, rompió las reglas de no hablar de lo de antes. Ella hizo como que no lo oía y le dijo que no buscase un taxi, que esta vez era ella la que le iba a llevar en su coche, rompiéndolas de nuevo.

 

A ella le gustó su casa, había conseguido la que quería y había estado tanto tiempo buscando, un pequeño apartamento, algo abuhardillado, en el centro. Empezaron en el sofá, tomándose una copa, que acabaron en la cama, donde él la llevó después que ella comenzase a darle un beso que él no supo terminar. Y ella se dio cuenta de que ya no recordaba lo que había sentido esa primera noche, sí que sabe que se lo pasó bien, que estuvo entre excitada, nerviosa, feliz, y sorprendida, toda la noche, pero no consigue recordar momentos fugaces. Piensa que va a tener que escribir lo que ha sentido esta noche, y después, sólo después, releer lo que escribió la noche siguiente, después de que él se fuera. Pero sabe que no lo va a hacer, sabe que si lo hace lo de esta noche le va a saber a vacío, después de haber vivido la otra, que fue intensa aunque ahora no pueda recordarla. Y esta vez las frases de me voy a tener que ir no se transforman un minuto después en tengo ganas de follarte, ésta vez es ella quien pronuncia la primera, y nadie la segunda, aunque los dos la piensen, la intuyan, y en el fondo la deseen. Él para convencerse de que así tuvo que ser la primera vez también, pese a que la memoria le obligue a recordarla mejor. Ella para demostrarse que quedándose un rato más les tendría que salir mejor, que no puede ser todo tan insípido como está sucediendo.

 

Pero nadie dice nada, y ella, finalmente fiel a su palabra, se levanta y se va. Pero en el momento de la despedida el dice con la voz tímida, que nunca más había vuelto a escuchar, desde esa primera vez, esa misma pregunta: -¿me das tu número de teléfono?- y ella no se atreve a contestarle esta vez a eso, simplemente agacha la cabeza y sale.

 

Él no entiende que ha salido mal esta vez, cuando hace ya 3 años ella sí que se lo dio. Él no sabe porqué ella no quiere continuar esa historia, en la que estaban bien, o por lo menos, en la que nunca estuvieron mal.

 

Ella no entiende qué salió bien la primera para que estuviesen un año juntos, sin que a ella le gustasen sus besos, qué hubo tan bueno, que compensase el sentimiento de que le faltaba su saliva. Cómo se puede vivir sin eso, sin disgustos, pero sin grandes emociones. Y se va, dejando atrás una etapa de su vida. Sabe que no va a escribir nada este día, igual que sabe que va a volver a leer lo que escribió entonces, para poder llorar a gusto y para poder ya olvidarlo para siempre.

 

5 comentarios

Pikifiore -

Vaya, tu historia me ha puesto un nudo en la garganta.

69morfeo -

Me gusta como escribes...

ya sabes... no cambies...

claradriel -

Vaya, niña... qué melancolía me ha dado esto, qué nostalgia de tiempos y recuerdos (de sucesos nunca vividos, pero que rememoran otros...)
Me encanta.

Cora -

Precioso, aunque muy triste...y la entiendo muy bien, una relación sin apenas besos tiene que ser totalmente descafeinada.

Chaika -

Tienes razón. Peor que la pérdida en sí, es hablar sin encontrarse porque sólo quede el vacío.